el lector debe considerar el punto de vista de el autor como plenamente comprometido en la causa de esclarecimiento de las dolencias, padeceres y sufrimientos no directamente corporales. El hecho que éste haya sido diagnosticado con diferentes patologías, medicalizado de una forma +o- torpe, e ingresado en momentos cuyos síntomas eran de "expansión", de flujo creativo y diversión con el entorno, no sin que su adaptación a éste sufriera grandes perjuicios; debe considerarlo -el lector- al margen de prejuicios y al margen de "lo bienpensante" que decía Baudellaire. No soy un dandy, y perdónenme si cambio la forma verbal, porque aquí sí debo defender no sólo 5 años de terapia freudiana muy exigente, una cultura fuera de lo común si avistamos al resto de diagnosticados, que por lo general se desentienden de las teorías más avanzadas y hasta de su sentido común y relegan el conocimiento de sí mismos a un profesional de dudosa formación, siento decirlo, proveniente de nuestro pasado franquista y que todavía halla cobijo - ese tipo de formación- en las facultades de psicología así como otras áreas de influencia sobre nuestro conocimiento de "lo mental", "lo caractereológico", "lo temperamental-personal de cada uno" e inclusive sobre las sensaciones y las percepciones de cada uno, llevando a cabo una visión excesivamente subjetivista, al tiempo que ejercen de jueces supremos de tu progresión vital, puesto que ¿quién pregunta antes de un ingreso si el susodicho lo desea? Así mismo el diagnóstico, como la medicación, en muchos momentos abusiva, sobra y debemos tomar cartas en el asunto. Desconozco el modus operandi de la antipsiquiatría, si se pueden mejorar sus visiones o puntos de vista y en que medida los estudiantes de ahora mismito, al leer esto, pensarán en mí no sólo como un hombre inteligente sino como, además, un hombre sano. Me veo así: soy así, porque lo demuestro inclusive en ambientes asfixiantes, nada flexibles e, inclusive, autoritarios. Lo demás, lo supongo así, puede ser simplemente quién da más en la diana o, por otro lado, qué jerga se utiliza. Nada más.
Esta es mi advertencia teórica, y de paso, mi denuncia al modo de hacer las cosas, aclarando que los profesionales, salvo raras excepciones -de un lado a otro: gente homófoba, machista o en todo caso, dictatorial; y del otro: profesionales muy aplicados en escucharte, comprenderte a fondo, pero en todo caso, no tan dispuestos a comprometerse en tu entorno, con lo cual siempre habrá el peligro de entrar en otro círculo vicioso (véase la familia neurótica, el paro estructural de nuestro sistema, el abuso o mezcla de sustancias, etc.)- son gente muy torpe a la hora de encarar a una persona en tratamiento, tenga el diagnóstico que tenga, puesto que en la mayoría de casos son desajustes de gente sana (ansiedad, estrés...), o rápidas recuperaciones -lo que implicaría de facto la independencia con el tratamiento-, o gente con una forma de ver las cosas muy peculiar, con lo cual no hay terapia que valga pero sí consejos, cierto apoyo. ¡¿Realmente quiénes deberían ser tratados?! No niego que hay gente delirante o inadaptada en exceso, pero, en serio piensan que no es más grave una neurosis, y que hay que callar ante ésta, ¿de verdad darle alas a determinadas personas enfermas que vuelcan sobre el mundo sus traumas de una forma mucho más nociva? ¿no piensan que el único mal social contraído por ciertas psicosis es tan sólo por omisión y no por negligencia, es decir, el no ser tan trabajadores, tan sumisos, etc.?
Dicho todo esto, quizás pierde interés "reincidir" en el análisis de las psicosis. No obstante, el autor quiere hacer hincapié en nuevos factores no tratados ni en el blog Marques de Babel ni en POLITICA Y ESQUIZOFRENIA. Allá vamos:
Lo común a las psicosis, considerándolo desde un punto de vista no-congénito (se niega de antemano que constituya un problema biológico o inclusive de gestación de ese posible afectado de psicosis), de un modo, digámoslo así: personal -en otro momento se puede tratar de un modo social e inclusive cultural- vienen a ser los síntomas, sean resueltos adaptativamente al entorno y/o mediante una creatividad productiva no exclusivamente artística; o bien sean tratados o no y por extensión, diagnosticados o no... en el primero de los casos, por así decirlo, la "diosa fortuna" le permitirá resolver ciertos síntomas -que desgranaremos más abajo- mediante un desembolso de dinero o mediante alguna institución pública o alguna asociación de "enfermos mentales" -aquí el entrecomillado muy muy adrede- si es que esa diosa fortuna se deja caer por tu localidad en forma de profesionales que le dediquen tiempo, estén preparados terapéuticamente y, además, alguno de ellos puede "ponerle en marcha" y/o de vuelta al mundo de los estudios y/o al mundo laboral.
Inciso: trataremos detalladamente los síntomas comunes a las tres psicosis posibles, puedan derivar en desmayo catatónico o no. Pero antes debemos hacer hincapié en una gran injusticia social: mientras que muchos psicóticos han presentado síntomas de este tipo y los han resuelto, pongamos el ejemplo más evidente, acentuando su compulsividad de un modo intrusivo, mediante la obsesión de educar en ciertos "valores" (que de paso son valores que no pueden mantener ellos mismos, no sólo por su carencia creativa en torno a las situaciones concretas, sino por prejuicios muy evidentes en estos casos derivados de la subordinación a un jefe, sin que el sujeto en cuestión tenga una rebeldía racional, y la violencia familiar que queriendo o sin querer ejercen y sostienen); mediante su machismo obsceno en otros casos donde la mujer es trágicamente torturada); con su señoritismo tan el alza en países, hablemos claro, de economía capitalista, donde, de paso, hay cierto arraigo de la "prensa rosa", del "chismorreo" y los "chismecitos"...
Quiere decir que los "bajones" de la gente sana, lo aparenten o no, son diagnosticados, medicalizados o incluso internados en lo que viene a ser, según su justificación más extendida -la de los profesionales de este "sector"-, como la forma de descanso, recuperación... ¡y en ocasiones hasta curación! Una cosa es cierta: hay gente sana que logra salir de su tristeza, de su apatía, de sus bloqueos, de su(s) confusión(es), así como otros problemas mediante su propia iniciativa y/o por su entorno más entrañable. Eso no justifica que a un neurótico, sabiendo la implicación social que contiene el hecho de su influencia institucional a raíz de pensarse tan sólo su acorazamiento caracterial, es decir, que simplemente sea incapaz de amar como sí ama una persona sana o un psicótico en periodo de recuperación/tratamiento y no digamos ya en ciertos periodos de su vida anímica o totalmente recuperado... ¿pero recuperado de qué? Ahora lo diremos.
El síntoma más común del psicótico es el ensimismamiento, entendido por el centramiento, sobretodo involuntario -aunque se logra dominar- de éste en sus recuerdos y fantasías -a veces también sueños y en otras ocasiones algo que podríamos llamar como psicodrama desordenado o teatrillo espontáneo-. Esto se puede desarrollar de acuerdo a la extendida expresión de "hablar sólo", aunque, planteado con más rigor, sin esa retrógrada moral bienpensante a la que puede pertenecer el psiquiatra y el resto del equipo médico, podemos llamar libre expresión del cuerpo a algún pensamiento propio, particular, que acaece sin voluntad de diálogo ni conversación con el otro. Si bien es mucho más fácil de simplificar, también para el "sentido común" de las personas que, sanas o neuróticas, no tienen este tipo de vivencias, llamarlo ensimismamiento, desprovisto de ningún juicio moral, de ningún tipo de diagnóstico a priori -como esquizofrenia, que es la denominación más clásica para la psiquiatría, así como otras denominaciones de la vox populi como "ido", perdido, ausente del mundo- vendría a ser un avance, si se aplica bien y a cada caso en el tratamiento. Me explico: alguien que haya estado ensimismado, es alguien que por fuerza ha vivido intensamente -por sus recuerdos-, o quiere vivir intensamente -por sus fantasías-, que quiere tomarse su tiempo para recordar sus sueños o bien quiere sacar afuera de sí cosas que la sociedad tiende a censurar; también puede ser alguien muy creativo. ¿Qué puede haber de "malo", de "mejorable" o, llegado el caso "medicalizable" en personas que muestren este síntoma? No podemos argüir otro motivo que el hecho de que la calidad de vida de éste se vea mermada por tal ensimismamiento: que rechace a sus amigos y seres queridos o que no pueda/quiera trabajar. Este debe ser el único baremo: hasta qué punto domina o no el sujeto el contacto con el mundo exterior y, a su vez, con ese mundo interno que le dota de más riqueza a su vida. Nunca se debe partir de la base que una personalidad muy hecha a la conversación y la atención como es la de los profesionales de este campo, es el modelo para todo el mundo. Hay diversas formas de personalidad sana, y de ahí que en algún momento pueda haber afirmado, yo, quien esto escribe "que se pueden dar casos de psicosis sanas", ya que al parecer ciertas conductas no dañinas se contemplan como patológicas. Y es esta valoración psiquiátrica la que es dañina.
El siguiente síntoma de un psicótico, por importancia es el retraimiento, con una diferencia significativa con respecto al anterior, y es que en este caso, con un motivo racional más o menos justificado y desarrollado por miedo a..., por simple hastío, etc. la persona en cuestión no quiere mantener conversación o compañía de ciertas personas o del total de su entorno. Evidentemente, en este caso, si hubiera un trato justo, profesionalmente hablando, se trataría no tanto de elaborar el pensamiento sino de cambiar de vida. Lo mismo se puede decir -en cuanto al tratamiento- a grandes rasgos de los otros síntomas que no entraremos a analizar aquí, pero sí son de más gravedad si se presentan de continuo: pensamientos confusos/actitud insegura y pensamiento/discurso disfuncional (de evasión, de rabia incontrolable, etc.)
POLÍTICA Y ESQUIZOFRENIA
miércoles, 19 de febrero de 2014
lunes, 26 de agosto de 2013
SUPONGAMOS QUE NECESITAS UN INTERMEDIARIO...
Supongamos
que necesitas un intermediario para percibir la realidad, cosa que, así
formulada un tanto genéricamente no es un supuesto sino ley de vida. Otra cosa
es que necesites de un profesional
para que las verdades de tu experiencia y, a través de ésta tu mundo más
inmediato, cobren un sentido más ajustado con un proyecto humano, socialmente
estructurado pero libre, basado en la responsabilidad y el placer. Llámenlo
felicidad, o una búsqueda de la felicidad que no sea puntual o momentánea.
A estas alturas
de la investigación psicológica, desde todas las corrientes de ésta, no se
puede afirmar sin ser un hipócrita o un cínico que el ser humano ha nacido para
sufrir. Si alguien lo piensa con seriedad, caerán todos sus argumentos con tan
sólo una experiencia propia de gran dolor… ¡minimizar el dolor! ¡maximizar el
placer!... ¿y qué vamos a ser, unos planificadores en este juego macabro, que
además no da los resultados que deseamos? Y por ende podemos tener
distorsionado o errado la sensación de placer o de dolor… ¡egoístamente
hablando!
Pero
hablamos de que hay personas que sufren porque su percepción de la realidad ha
sido distorsionada, o siempre lo ha estado, o bien su percepción es errónea, y
no por una cuestión patológica, sino que, simplemente no se han tomado la
molestia de informarse. También puede ocurrir que, sabiendo que algo es real,
susceptible de ser interpretado, comprendido y explicado, no nos es útil puesto
que este conocimiento no está en manos de la buena gente.
¿Se deriva
de una percepción distorsionada o errónea, una conducta de tales
características? Hay gente consciente de que esa percepción es de tal tipo y no
lo llevan a la práctica, o se aseguran primero de que tal cosa es cierta antes
de tomar medidas –o plantearse estrategias de afrontamiento-. Pero hay personas
que pasan al acto, desesperada o felizmente; y esto hace sufrir a los que están
a su alrededor, les preocupa, lógicamente, más que si se guarda sus
pensamientos, los cuenta o los escribe. Es normal, por otra parte que la gente
te vea “bien”, cuando simplemente estás “vacío”, “tendente a la tristeza”,
porque simplemente estás maniatado, no sólo a tu puesto de trabajo, sino a
otras instituciones como la psiquiatría. De forma que si cantas, silvas, te
ríes con una gran carcajada ¡van a sospechar de ti! Tampoco es bueno el otro
opuesto: la desesperación… ¡puede indicarnos que algo no funciona! Y no hablo
sólo de la psiquiatría… ¡mucha conciencia de clase nos hace falta!
Si andas por
la calle triste o rabioso, tienes básicamente las mismas oportunidades de que
te pase algo que si andas más contento que unas castañuelas. La medicación te
moderará el impulso a la alegría, no por el efecto químico, si no por su
simbolismo: te tomas la medicación = estás controlado = tienes que seguir unas
pautas. Si haces una vida normal (¡de acuerdo a lo que piensen otros que es
normal!) te evitarás ingresos, talleres, consultas, etc… ¡puede hasta que te
bajen la medicación! ¡y hasta que puedas hablar contigo mismo tú solito en tu
casa gesticulando, sin que nada malo ocurra, pues estás al amparo de tu soledad
autosuficiente!
… pues eso,
además de necesitar un profesional para percibir la realidad… ¿percibir tan
sólo? ¡qué modestas intenciones!... necesitarás otro para que puedas percibir
cuales son las normas que guarda esa realidad. Todo ello con un estado de ánimo
neutral. No está mal del todo: psiquiatra, psicólogo y demás profesionales se
reparten el trabajo. Defienden su orientación académica, actuación conjunta y
demás. No puede fallar nada en la cadena… ¿tanto miedo hay al error? ¿o sería
más bien el miedo a reconocer ese error? ¡Creo que me estoy volviendo loco! ¿En
verdad lo que falla no es algo ajeno en un principio a la propia psiquiatría y
profesionales psi? Quiero decir, ¿hasta qué punto el diagnosticado es
protagonista activo de su propio cambio y/o curación? ¿Vale la excusa de que,
como la sociedad no es lo suficientemente democrática, nosotros tampoco lo
seremos?
¿no podemos
“probar” con una toma medicamentosa más abierta y que haga verdaderamente
responsable a quién la toma, porque le favorece, le hace protagonista y aprende
de sí mismo, de lo que necesita su cuerpo un día o una semana, etc.?
Yo no sé
hasta qué punto esto es subjetivo, si generalizo demasiado diciendo que la
psiquiatría no funciona como dicen que hace. Estoy ofendido y esto es real. El
sufrimiento que soporto es, si no demasiado, lo suficiente como para plantearme
el guardar mi rabia o no, o canalizarla a través de esto. Está claro, si dices
que algo es objetivamente así, lo que estás diciendo es que no tiene discusión.
Pero si dices que es subjetivo, quizás estás diciendo que hay total “libertad”
para que uno piense lo que quiera… ¡¿y bien?! Pues puedo decir que me gustaría
que me creyeran cuando digo esto o aquello, sobretodo gente inteligente que no
se mira todo el día el ombligo
lunes, 1 de abril de 2013
¡TÁPATE LOS OÍDOS, PEQUEÑO NEURÓTICO!
¿Los tienes
bien tapados? Debo aclarártelo: no es una orden de esas que das tú, ni siquiera
es un consejo: tus oídos deben habérsete cerrado ya hace mucho tiempo… ¡pero
nunca es tarde! (y si hace falta no me disculpes la ironía).
¿Estuviste
atento cuando me dirigía a ese gran o pequeño esquizo/psicótico? ¿ni te
inmutaste? Sé que no te viste reflejado, pero, ¿sentiste la más mínima empatía,
o deslizaste tus sentimientos hacia una ambigua incomprensión, mientras a tu
lado estos que sí escuchaban, quizás esperaban una rectificación por tu parte,
que te sinceraras y finalmente aliviaras su carga? ¡Mejor no te enfrentes a un paranoico agresivo. Podría hacerte daño,
incluso a ti que aparentas ser una roca, que a veces sólo sacas tu humanidad si
es a la contra: con las injustas condiciones donde trabajas, con todos los
desastres que se ven en la tele… realmente no eres un neurópata, lo tuyo es más
ocasional y quizás ni se te ocurriría pensar que un guerrillero que mata y da
la vida por ti es tal: ¡rehuyes la cuestión de la violencia, porque no la
dominas para nada… ¡¿cómo vas a teorizar si torturas a veces a los demás y ni
te das cuenta?! Como todo, puedes parcelar el terreno –o dejar que lo parcelen
por ti- para herir en tu familia o herir en tu trabajo, para no saber qué hacer
con tu rabia si dañan a un ser querido, para no saber qué hacer cuando te
dañan… ¡cómo vas a tener una posición coherentemente pacifista!, ¡cómo plantear
en su justa medida la violencia física y verbal allí donde tú no niegas la
propiedad privada de facto –de aquellas cosas que debieran ser
públicas/colectivas-, donde encadenas a tus hijos de un modo u otro, donde el
estado te golpea y tú sangras literal o figuradamente. Ninguno de ustedes puede
tener clara la cuestión, por mucho que haya leído, puesto que ofenden,
maltratan, dañan, en definitiva ¡y no se dan cuenta! Por eso no son perversos,
porque no hay una intención, no hay voluntad de herir, PERO ES ALGO QUE NO
INVITA A AMAR Y A PERDERSE EN ESE AMOR QUE UN PSICÓTICO O UNA PERSONA SANA
DESEARÍA MANTENER CON USTEDES.
Tengan en
cuenta que un psicótico no es masoquista, que no va a estar allí cuando una de
sus neuras fuertes haga acto de presencia y quieran castigarnos adrede, y que
buenamente una persona sana podría mandarles a tomar viento fresco –que dicen
que aclara las ideas-, y que en ese entramado en que se “enfrentan”
inconsciencia de uno con inconsciencia del otro, ambos tenemos mucho que
perder: el cariño que nos debemos, y mucho que ganar: establecer lazos más
sanos, maduros ¡y plenos! No vale escudarse en un supuesto equilibrio o decir
que los padres son neuróticos y así salen los hijos “esquizofrénicos perdidos”,
así como no sería bueno que un padre esquizoide sustituyera a uno neurótico.
¡Ni siquiera vale la pena medir consecuencias!, pues no es buen plan.
Debemos
conocernos, ¡pero conócete tú a ti mismo primero! ¡escucha tus propias
palabras! ¡y respeta el turno! Pues quizás hay un ser cercano a ti,
independientemente de diagnósticos, que te quiere elogiar y criticar, para
mejorar todos… ¡vivir por fin una vida sana sin esa compulsión que no respeta
el entorno: la felicidad o la tristeza de los otros, por lo que rara vez eres impulsivo
o te autocontrolas; sin obsesiones que te impidan ser creativo: que te lanzan
al ensimismamiento y una breve confesión verborrágica, cuando en verdad
necesitas pausar el pensamiento: descansarlo; sin una histeria en que tú
podrías ser protagonista sin necesidad de una generosidad que no merece el otro
¡o el egoísmo en que estallas cuando ves que tanta generosidad no ha dado sus
frutos!
Perdóname
entonces, pequeño neurótico si te digo “pequeño”, pues no he visto tu grandeza
a la hora de la verdad. No la he visto, pero cuando la vea, en toda la
dimensión que requiere, ten por seguro que me alegraré, haré lo posible porque
no vuelvas a caer en el vacío de ti mismo y en como buscabas torpemente en los
demás, sub-sanar lo tuyo…
miércoles, 13 de febrero de 2013
SOBRE PSICOANÁLISIS (artículo de Graviela Avram)
Respuesta a El libro negro del psicoanálisis
REVISTA NOTICIAS * Viernes, 6 de abril del 2007.
por Graciela AvramAutora de Terapias y Terapeutas.El fin del psicoanálisis no ha tenido lugar (Grama Ediciones, 2005).
Un conocido espectáculo que lleva décadas se presenta como “La nostalgia está de moda”. En el caso de los supuestos innovadores que pretenden tirar por la ventana al psicoanálisis, habría que decir que lo que está de moda no es la nostalgia sino vender cosas viejas.
Su posición no es la del antropólogo inocente o la del científico riguroso, sino la de seguir anotando páginas en una mitología tan vieja como el mundo: sostener el ideal de la psicohigiene del amor humano, el ideal de la autenticidad como posible y la preceptiva de no dependencia. Una suerte de profilaxis de la dependencia.
¿Se reduce el aporte del psicoanálisis a la elaboración de una mitología más creíble, más laica que la que se presenta como revelada?
Jacques Lacan recuerda en su seminario de la Ética que, ciertamente,Freud no duda, tampoco Aristóteles, de que el hombre busca la felicidad, que ese es su fin. Pero lo decisivo es que para esa felicidad, dice Freud, absolutamente nada está preparado en el macrocosmos ni en el microcosmos. Este es el punto totalmente nuevo.
En primer término, cabe recordar que un psicoanalista no es un señor con barba fumando habanos mientras garrapatea anotaciones furtivas a espaldas de un caballero con recursos, tendido en un diván.
Ni una señora con tailleur de Armani que mira perpleja a una paciente aburrida, mientras pregunta: “¿Y a usted qué le parece?”. La reducción a la caricatura es un artilugio clásico para ridiculizar lo que se ignora, por intereses que han entrado en competencia.
Es verdad, como afirma Catherine Meyer (editora de “El libro negro del psicoanálisis. Vivir, pensar y estar mejor sin Freud”) que “los psicoanalistas ocupan una posición dominante en el universo de la salud mental”, sólo si se entiende por dominante que ninguna “terapia” o casi ningún discurso pueden prescindir del recurso al psicoanálisis.
No es privilegio de Francia o la Argentina, como asegura Meyer, sino que en los Estados Unidos Freud también ha calado tan hondo en la retórica popular que basta mirar cualquier site.com actual o película hollywoodense para detectar la presencia del psicoanálisis.
Pero esto no parece ser un problema mientras se lo pueda seguir usando para componer desde guiones cinematográficos hasta papers para literatos que arman su tesis y filósofos que entretienen a la opinión pública.
El verdadero problema se presenta cuando los psicoanalistas dejan de ser una caricatura de Woody Allen para emerger como lo que verdaderamente son: aquellos que no están dispuestos a cargar con la miseria del mundo en general, pero sí a responder a los que se acercan con sus tristezas, sus desesperaciones, sus dilemas, y tienen alguna intención de afrontar lo que les pasa, en vez de acallar su situación con pastillas o adiestramientos para replicantes de ciencia ficción.
Porque no son historias felices las que un psicoanalista escucha.
“¿Exploración indefinida o cura de las mentes con problemas? ¿Disciplina reina del conocimiento de sí o método terapéutico? ¿Desarrollo personal o terapia? Los psicoanalistas han sabido aprovechar esta ambigüedad notablemente”, asegura el psiquiatra francés Jean Cottraux en el Libro Negro, apelando a un interlocutor genérico, quien le respondería que el psicoanálisis es, en definitiva, un “conócete a ti mismo”.
Seria quizás más interesante saber de qué ambigüedad se aprovechaCottraux como director de la Unidad de Tratamiento de la Ansiedad delhospital de la Universidad de Lyon.
Porque los psicoanalistas también están en los hospitales, en las escuelas, en los centros de discapacidad, en los manicomios, en los grupos de emergencias urbanas, en los centros de recuperación de adictos y en todo lugar donde la desdicha mental se pasea. Muchas veces gratis o por un modesto salario, cubriendo equipos enteros de la desmantelada Salud Mental del Estado.
Que los analistas cobren sólo puede ser un escándalo para aquellos que sufren por no poder capturar hasta el último excedente monetario del consumo o para quienes se sientan culpables por ganarse la vida de algún modo.
¿O acaso puede haber alguna comparación entre lo “que gana un psicoanalista que se explota a sí mismo y la acumulación salvaje de los emporios farmacéuticos cuyos chalecos químicos, a la hora de curar, tienen también efectos inciertos?
Pero el psicoanálisis cura. No cura la estupidez, ni tantos otros males. No cura el hambre ni la pobreza, pero cura aquellos que en particular ya reconocen un sufrimiento mental, cuando se dirigen a un psicoanalista.
Tengamos en cuenta que la buena voluntad del médico no bastaría para curar a un enfermo que no tomara los antibióticos recetados.
A Freud le importaba poco si el paciente creía o no en el dispositivo analítico, confiaba en la efectividad de su método, y lo invitaba a quien fuera a probar su práctica. Sin duda, no curó a quienes no se entregaron a ella, lo cual dice a las claras que no es una práctica para todo el mundo.
No se trata del precio, sino de que alguien se preste a la experiencia, ya que no es suficiente con visitar a un psicoanalista para que la misma sea efectiva.
Freud proponía al paciente desplegar un saber desconocido que estaría en la causa de sus padecimientos y, por supuesto, sólo era un medio para la resolución de síntomas. Porque también están los que no suponen ese saber, y por lo tanto no pueden acceder al mismo.
Esto no atañe sólo a los pacientes. Hace algunas décadas el doctor Ricardo Musso enumeró una serie de terapias derivadas del psicoanálisis; terapias de inspiración psicoanalítica, como le gusta llamarlas a Meyer.
Pero una terapia de inspiración psicoanalítica no es psicoanálisis, y estas múltiples terapias han sido ya olvidadas o recicladas con distintos nombres. Las TCC (terapias cognitivo-conductuales) se venden como nuevas, pero tienen mucho del conductismo tradicional -que es un método de reeducación cuyos efectos duran lo que cualquier sugestión dura- y nada de las ciencias cognitivas a las que aluden.
Por otra parte, los “novedosos” aportes de Borch-Jacobsen y de Van Rillaer -también presentes en el libro negro son escritos que tienen años ycuya novedad responde más a una política sanitaria que a la eficacia de una práctica.
Michel Foucault plantea que la medicalización es una de las estrategias del poder; de los que deciden cómo se considera lo que es patológico o disfuncional, cómo se lo categoriza, se lo nomina y cómo se implementan los modos oficiales de tratarlo y controlarlo. Esto último, muchas veces, en el peor sentido.
Pero las nuevas nominaciones no parecen traer mejores soluciones. Es decir, que no se trata de que nuevas soluciones obligan a reformular el problema, sino que se reformulan los términos del problema para adaptarlo a una supuesta solución.
Porque es un hecho que en el campo de lo mental es muy poco lo que se sabe de la complejidad que parecería tener esa sofisticada máquina que es el cerebro, y de los modos de incidir sobre ella.
El psicoanálisis está lejos de solucionar estos problemas. Y, por supuesto,las investigaciones anatómicas y químicas no son de su competencia.
“El inconsciente es un supuesto que no tiene otra función que la de llenar la brecha entre el cerebro y la vida anímica“, escribía Freud en 1915. Pero el psicoanálisis tiene la gran virtud, entre tantas otras, de no suponer que se trata de un aparato simple.
Freud introduce la advertencia, más allá de cierto hermetismo fantasmagórico que puedan evocar algunos de sus términos o los deJacques Lacan, de que el funcionamiento mental es algo muy complejo y profundamente opaco.
No cree que lo mental esté producido por una maquinaria sencilla y, por lo tanto, está lejos también de plantear que la solución pueda serlo.
La transformación de un organismo por la incorporación de modificadores químicos es algo tan viejo como la civilización.
Freud no lo ignora, e incluso plantea que para muchos es la solución más próxima.
El opio, el peyote, el alcohol y un sinnúmero de drogas locales, según cada región y comunidad, fueron y siguen siendo la solución inmediata al “malestar en la cultura”, esa discordancia con la realidad que algunos llaman exterior.
Entonces, lo que hay de nuevo es la tecnificación, la industrialización y la medicalización de viejas prácticas tanto como de viejas sustancias en manos de nuevas estrategias de poder que, a decir verdad, también son bastante viejas.
Pero parecería que el poder genera cada vez soluciones más sofisticadas al amparo del discurso científico, y las instrumenta para la forma de vida que quiere imponer como norma general.
Después de todo, la globalización, quizá, no sea más que una nueva nomenclatura para designar el hecho de que cada vez se llega más lejos y en menos tiempo a incidir con la técnica sobre los organismos.
Freud, también en “El malestar en la cultura”, un texto mayor segúnLacan, introduce el tema del dominio de la naturaleza como otra de las salidas al malestar. No sabemos si sospechó el alcance que esto tendría y el encuentro de estas dos soluciones: la del dominio de la naturaleza a través de la técnica, en tanto modificación del organismo mediante agentes químicos industrializados.
El psicoanalista e investigador Germán García, por su parte, al referirse a las ciencias cognitivas, aclara que no se trata de “una” ciencia sino de un pool de disciplinas que ya lleva más de cincuenta años, y que tienela función de heredar y traspasar los limites de lo que fue el conductismo y la psicología conductista.
La gran pregunta que se plantea es si lo ha logrado, y podemosresponder que no. Ya que lo que sigue presente es cómo manipular los cuerpos para hacerlos obedecer a requerimientos creados por los imperativos de la época.
Esto no es un llamado al oscurantismo o a que todo tiempo pasado fue mejor, ni a la negación de la verdaderas innovaciones.
Simplemente se trata de no comprar cosas viejas con etiquetas nuevas. Productos vencidos a los que se les cambia la fecha para seguir vendiéndolos. Ya Warhol mostró que el packaging es más importante que el producto.
En lo que respecta a la química, sabemos que los avances son muy limitados en relación a los problemas mentales habituales.
Y en cuanto a las terapias verbales que se presentan como superadoras del psicoanálisis, suelen ser refritos de un freudismo mal leído y peor practicado, cuando no encontramos la supuesta innovación bajo la figura de las TCC cuyos programas de adiestramiento no conducen a la singularidad de cada uno y cuya eficacia, aún para los modestos propósitos que sus seguidores declaran, tampoco está probada.
Es decir que la política orientada a reducir lo más particular de un sujeto a una patología válida para todos, medible, localizable y objetivamente comprobable, es otro intento de captura por parte del mercado a través de diversas maneras: o bien vendiendo soluciones inexistentes para beneficio de los laboratorios, o bien tratando de conducir a los sujetos a prácticas de condicionamiento rápido al servicio de necesidades creadas por los intereses dominantes.
Si los Servicios de Salud y las empresas de medicina prepaga hanencontrado la posibilidad de obtener el mayor rédito al menor costo, a expensas de los profesionales de la salud y de los pacientes, esto no es a causa de la ineficacia del psicoanálisis, que sigue siendo la teoría y la práctica más seria y mejor fundada, a pesar de sus límites.
Se debe, en cambio, a que lo que se llama el avance de la ciencia no parece haber resuelto el misterio de la vida anímica, que no es otro que el de la vida misma.
De todos modos, saludo la aparición de El libro negro del psicoanálisis.
Los opositores, sin duda, colaboran a la renovación del debate al que elpsicoanálisis siempre está dispuesto, esperando que los “misterios”, que tanto parecen molestar a los autores de este libro, sean alguna vez develados.
MÁS ALLÁ DE LAS DEIDADES
MÁS ALLÁ DE LAS DEIDADES (más
allá de que yo haya tenido algún
rasgo esquizoide o paranoide, más allá de que me base en “todos” los poetas o,
más concretamente en Rimbaud o Miguel Hernández). “Más allá de las deidades” es
el nombre de este artículo y la pretensión de la que se parte. ¿Sería
presuntuoso decir que me baso en la experiencia?
…más allá de
un ateísmo que considera el alma o las almas (el alma concreta de cada uno)
como producto ideológico de una
religión deísta –que sería una cosmovisión o visión del mundo-…
…se dirá que
toda religión es deísta, pero no lo es el budismo, al menos en la enseñanza del
Buddha original: el verdadero budista, aquel que se basa en las palabras de
Buddha no cree en ningún Dios, pero
sí en la reencarnación… es religión en tanto existen sacerdotes y maestros que
reproducen y regeneran las enseñanzas de dicho maestro, pero con esa “suerte de
superstición” –diríamos los de Occidente- de la reencarnación que llega hasta
el ridículo.
Llega hasta el ridículo de ser tremendamente clasista, que da que pensar con respecto a ideas del propio
maestro, quien pasó hambre y se hartó de riquezas y decidió que “lo mejor” era
disfrutar humildemente con las pequeñas riquezas, por decirlo así
… se dirá
que no tengo un conocimiento pleno del budismo, ni de las palabras originales
de Buddha, ni de la tradición zen o chan, etc. y en parte es verdad. Ni
siquiera tengo un conocimiento completo del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Pero
por ahora bastará: de todas formas, nuestra sociedad rezuma deísmo y fanatismo
pseudoreligioso por todas sus extremidades, un aroma –perdónenme aquellos que
creen en el amor…- que alcanza nuestra mente y no la deja pensar con claridad,
que impide un sano encuentro no sólo
con la muerte –consideremos como
consideremos tal cosa- sino también con un prójimo que vea que en la caridad
hay solidaridad y empatía y no limosna, o no siempre esa limosna, ese juego
perverso del fuerte y el débil, esa compasión enfermiza…
…se dirá, a
raíz de todo esto que se puede ser deísta y no religioso: como aquellos que en
nuestra cultura occidental –por no traspasar ciertas fronteras hacia otras
tierras en las que nos sentiríamos incómodos sosteniendo estas ideas…- que
existe un ser supremo que lo ha creado todo, pero al que no hay que rendir
culto para la salvación o el redimirse, etc.: lo cual se resume por lo general
en “yo creo en Dios pero no en la Iglesia”, es gente en general con muy buenos
sentimientos, demasiado paciente con algunas cosas, que uno diría estar sacada
de un libro de la izquierda hegeliana, más
concretamente de Feuerbach, gente
que cree en el amor a dios y al prójimo y/ o a las demás personas.
Yo he pasado
por esta fase. Pero niego que necesariamente no pueda y deba existir “cierta” pureza con estos temas. Por lo menos, un
niño que se siente espontáneamente ateo –lo que se suele llamar con más
justicia: sentimiento oceánico- no
deba ser atacado por otros niños, incluso hasta llegar a las manos. No quiere
decir que hasta la postura más horrenda deba ser protegida. Evidentemente, si
el fascismo y con ello la ideología que lo sustenta desaparecieran de esta
Tierra, seríamos mucho más felices. Pienso que las cosas se deben hacer con
naturalidad o sin forzar demasiado
las cosas. Ocurre que todos somos humanos y “ese demasiado” puede ser muy poco o realmente demasiado
Por lo tanto
hay que diferenciar y, lo que es más importante, tratar de ver la funcionalidad
de ciertas ideas, como búsqueda de una verdad que -yo admito- me llevará a ser
religioso o a observar cierta “religiosidad”, libre de sentimientos y
constricciones pecaminosas; negar la existencia de Dios; admitir la realidad
–no del todo clara, es verdad- de un alma que habita en nosotros: como una
conciencia de nuestra identidad que sobrevive al cuerpo, como un inconsciente
traído o no traído a la luz que igualmente sobrevive al cuerpo, como una forma
energética diríase de materia pensante que no tiene ya un cuerpo: como una liberación y como un encadenamiento y más si
admitimos que estando en vida, si es que se le puede llamar vida a esto y a lo
otro: es decir a tener o ser cuerpo, a no tener cuerpo y si ser y tener alma… también
como un proceder mental que se “materializaría”, de algún modo estando muertos
¡pero existiendo! y no precisamente en el paraíso o ardiendo eternamente, que
son ideas muy católicas –y caóticas-; y que, si bien es verdad que “puede haber
de todo”, no sería sino una somatización.
Como todos sabemos la somatización es
de causa psicológica per se: si no NO
sería somatización: reflejo, movimiento voluntario del cuerpo, el proceder casi
automático en tanto seres vivos… alguien se preguntará y, quizás no sin cierta
sorna: ¿Cómo que “seres vivos”? Más bien muertos.
Bueno, ¿no dicen ustedes que la muerte
forma parte de la vida?. De momento esto es de cajón y, a excepción de
Jesús, los ángeles, etc., siempre situándonos bajo la perspectiva de la Iglesia
Católica, no es posible para nadie. Bueno, nadie todavía: porque que yo sepa
nadie ha inventado nada contra el envejecimiento (o desgaste) del cuerpo o,
para la vida eterna...sí, ciertamente, si hubiera algo así nos creeríamos
dioses, por suerte no existe nada parecido… ¡eso faltaría que nos estuvieran explotando
toda la eternidad o que estuvieran siempre los mismos gilipollas jodiendo a la
peña! entre otros: la propia Iglesia y las demás congregaciones religiosas o pseudoreligiosas
monoteístas (qué curioso que las religiones monoteístas sean las que más han
perdurado y las que más poder han alcanzado, con un grado de opresión y
represión espeluznantes, que da qué pensar en el sentido de la irracionalidad…
y del satanismo y la brujería como respuestas emancipadoras con respecto a, al
menos, la ideología de la Inquisición. No sólo eso: también la Alquimia…)
Si admitimos
que estando en vida por una suerte de esquizofrenia voluntaria no patológica,
podemos ver, por ejemplo, nuestro cuerpo desde fuera… creo que a todo psicólogo
le sorprenderá y no le sorprenderá dicha idea: el esquizofrénico, además de ese
tópico tan sugerente de “estar fuera de sí”, tiene la fantasía o el delirio de
verse desde fuera… (en ocasiones es difícil diferenciar y habrá que hacer el
esfuerzo de ser honestos y admitir que siendo o no siendo una cosa o la otra:
si el sujeto no sufre o en ese no sufrir no hay nada de “extraño”, “siniestro”,
“apocamiento”, ¿ensimismación-entimismacion, nuestramismación...? –algún término que acuño yo-...
...no se trata de una esquizofrenia sensu estricto)
si podemos
ver nuestro cuerpo desde fuera y a las demás cosas, como si pudiéramos situar
nuestros ojos y toda nuestra vista desde una perspectiva no personal o, mejor
dicho, desde una perspectiva no
propiamente nuestra… no se trataría oportunamente de empatía, y aún nos
traería más dolores de cabeza el delimitar qué es lo propiamente de uno,
tangible e intangible...sin irnos al núcleo duro de nuestra personalidad y/o
carácter: lo que nos hace ser nosotros mismos… ¿puede ser para algunos negar el
cuerpo propio?... ¡o el de los otros!, aunque no viene al caso.
De ninguna
manera, o no debiera ser así. Pese a que apuesto a que existe un alma que
sobrevive al cuerpo, en los que somos humanos: es decir aquellos que tenemos
capacidad de aprehender simbólicamente y con ello reír, amar, etc. ; también
apuesto por una filosofía de vida vitalista, y creo que no es tautología:
incluso los trasmundanos –filosofía de la que me gustaría apartarme- tienen una
filosofía de vida. Lo que ocurre es que, tal y como son y vienen muy bien
descritos en Así habló Zaratustra, su vida viene a ser un padecer continuo:
como morir y no morir y seguir muriendo en vida; también como una Teresa con
(sentimiento de) culpa y sin culpa de nada…
…si
pudiéramos, precisamente en sueños: como una forma de equilibrar TODO LO
NUESTRO, de manera que el cuerpo descansa del alma y el alma del cuerpo. Si
quieren pueden sustituir, en este caso: ideas
por alma. Yendo a lo esencial de las ideas: el afecto, lo que se piensa de uno
y del otro y no... lo figurativo, que
es más propio de los sueños oníricos.
Habría un tercer aspecto y es de lo que
más se descansa estando dormidos, soñando o no, tanto da para lo que nos ocupa:
lo analítico, lo interpretativo. Lo que habría que dilucidar es las fronteras,
si es que las hay y los engarces, que seguro hay, entre unas cosas y las otras.
Claro que lo humano va mucho más allá: el cuerpo percibe y siente- me refiero,
en este caso, con los órganos sensorios-sensitivos: oído, paladar, etc.- y siempre se
puede tararear o cantar sin letra de acompañamiento. Lo humano también va mucho
más allá y los ejemplos nos ocuparían tomos y tomos. Baste poner algún ejemplo:
correr y con ello sudar, tocar y acariciar a quien te ama –en silencio-, llorar
de emoción, los modos complejos de relacionarnos, para lo cual se crean
instituciones de un signo u otro…
Claro que
habrá mucha gente a la que esto “no le diga nada”, puesto que el ser humano no
nace, ni se hace nihilista. Dicho de otro modo: todos caminamos en pos de darle
un sentido a nuestras vidas. Incluso el nihilismo sería una forma pasiva de
afrontar las cosas puesto que “no se cree en nada” o, activamente, una forma,
una excusa, incluso un monto de ideas falsas y confusas acerca de “destruirlo
todo”.
Destruir, que yo sepa, no es hacer, a menos que se quiera destruir algo
para crear otra cosa. No se va a tratar aquí de discutir si “todo tiene un
sentido”. Pero sí quiero expresar lo que pienso a cerca de todo esto: la vida
debería tener el sentido que uno le diera, que todos le diéramos.
Evidentemente, existiendo unas instituciones que nos separan en polos opuestos,
no sólo clasistas aunque aquí puede que esté el eje principal, siempre habrá gente que choque con los demás, sin
que, en ocasiones, el otro tenga culpa de nada o no pueda hacerse responsable,
como pueda ser el caso de –sin querer desanimar a nadie, ni mucho menos- un
viejito y su nieto, o un chavalín y su abuelo (su iaio, que diríamos en mi
tierra…). Porque conviene ponerse en esa doble perspectiva, sin la cual seremos
unos seres pura y únicamente egoístas.
¿Mi turno?
Yo les reconozco a los religiosos de toda estirpe la esperanza en una vida
“ultraterrena”
Les reconozco
así mismo a los ateos la falta de confianza en la esperanza terrenal propia de
los ateos aburguesados: sean socialdemócratas, reformistas, individualistas,
etc.
Les
reconozco a los agnósticos activos su búsqueda de la verdad y a los agnósticos
pasivos su hincapié en que no es el asunto principal que se debería discutir…
… sin
embargo, yo debo discutirlo. ¿Cómo si no? Evidentemente, no voy a avasallar a
nadie ni con preguntas ni con respuestas y entiendo que la respuesta “más
racional” a todo esto sea el agnosticismo de un signo o de otro. Me gustaría
que en un futuro todo esto dejara de ser hipótesis, aún en el peor de los casos
de un ateo o aún en el peor de los casos de un fanático (pseudo) religioso:
¡tener que rendir cuentas ante los muertos por estas y otras muy diversas razones…!
…empero,
deberíamos profundizar en el cómo funcionan, para qué sirven todas las ideas de
las religiones y de aquellos que se han enfrentado a estas: desde los que las
asumen dogmáticamente, como suele ser habitual en las Congregaciones y como se
suele decir “siendo más papistas que el Papa”, pasando por los reformadores y
aquellos que interpretaban de una manera u otra –es difícil en este aspecto
diferenciar “izquierdas y derechas” y habría que preguntarle a algún teólogo de
la Liberación qué opina…- hasta aquellos que condenados o con todo el dolor del
mundo han tenido que “renegar” consciente y libremente de estas ideas o
aquellos que directamente pasan del tema y “ni ateos ni na de na” –entre los
que se encuentran muchos que luego “sienten la llamada del señor” en un sentido
u otro o aquellos que ¡por una miseria! se venden a este tipo de instituciones.
Quisiera citar algunos ejemplos: San Pablo, Lutero, Erasmo, Bruno, Galileo,
Camilo Torres…
OBJECIONES
A MIS PROPIAS TEORÍAS
Puede que
“los muertos” tengan una energía especial que no todo el mundo puede captar…
porque lo niega, porque no puede… o porque se necesita cierta iniciación
solitaria y que puede “pasar por esquizofrenia o locura grave”. Esto negaría
tanto la parapsicología como la psiquiatría oficial… ¡o acabaría asentándolas!
¿Puede que
“esa energía” que necesariamente se desprende del cuerpo no se capte?
Puede que
“estando muertos” podamos ver el mundo previo a... ¡y olvidar la muerte, olvidar nuestras muertes!
(¡cariños os he estado buscando tantas veces!)
Que
sobrevivan todo tipo de supersticiones y uno “alucine” después de estar muerto...
ACLARACIÓN:
yo no estoy muerto. Cada cual será un grito de vida. No hay Biblia que creer ni
que disfrutar. Háganse sus propias aclaraciones. Háganse sus propias
objeciones. Vivan, y si luego no hay nada, no lo piensen muy en serio en vida, de todas formas no sería así... en el futuro, como se suele decir tendenciosamente,
dios dirá. Una aclaración: la tendencia la marcan ustedes. Si piensan en “bien”
y en “mal”, no se asusten: estas cosas también existen.
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